martes, 28 de septiembre de 2010

Un diente roto y pan duro

Un beso desencajado en un cajón abandonado. Tiras de piel por doquier cuelgan de los brazos que buscan refugio.

No hay respuesta.

Besos de mentira, señales de ira navegan en barcos a la deriva y mueren en arenas movedizas, son sumas con suma importancia que un niño escribe con tiza. 360 grados hacia el interior del corazón que empuja palabras cardíacas al son de la anarquía taquicárdica como réquiem de la noche. Mis dedos mellados ya no sienten el rastro de tus huellas que antaño brillaban y firmaban las secuelas de las suelas de tus besos que solían dejarme tieso palpitando un tímido ese o ese.

Por eso te besé.

Por pasar el tiempo, por perecer en tu pecera y ahogarme con el primer suspiro de tu primavera.

Y por vez primera sentir tu hálito pálido en mis mejillas dolidas con señales de heridas dormidas que despertaron en tu cálido hábito de ser y estar. Recé en tu regazo y terminé como siempre, bebiendo del pozo de los deseos de cristal y cubos de hielo.

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