lunes, 24 de septiembre de 2007

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Y entonces se rompió el cielo, el bisturí­ abrió limpiamente la siempre extraña división entre tú y yo, matemáticas que nunca entendí­, por ser un despistado o por hacer siempre las cosas despacio, ahora ya no importa, nunca ha importado, nunca me importó. He visto lugares que no pude envasar al vacío, lugares azules y verdes, montañas que agrietan el cielo y calles oscuras con gatos blancos que no conocen el miedo a hablar con los extraños. Pero no pude traértelos porque cuando se rompió el cielo nos alejó, y ahora formamos la misma parte de una realidad partida, división con decimales.
Y entonces el cielo se rompió.

domingo, 9 de septiembre de 2007

Días de fiesta

(SUENA un teléfono móvil)
"Salimos ya, ¿cuándo quedamos?"
"¿sí?...oye tío llama a una ambulancia, me estoy ahogando entre mi lágrimas..."

el sonido de la nevera intentaba llenar el vacío del salón en el que Rubio se encontraba nadando estático y boca abajo, entre cuadros asimétricos que formaban el puzzle donde permanecía. No podía levantarse, y si lo intentaba perdía la batalla con el equilibro, con una mirada abierta de par en par que saltaba de sus ojos y estallaba en cada objeto del cuarto mientras giraba la cabeza en todas las direcciones buscando una razón, la razón.
"¡¡Ostias!!¡¡¡Rubio, rubio!!! ¡¡¡Despierta!!!..."
La tele estaba encendida y Rubio fumaba un cigarrillo echando un ojo a apuntes, rodeado de dos libros y música, todos se habían ido a celebrar el Día Nacional al Café de Jazzman y los conciertos aplacaban la sed callejera de nativos y extranjeros. Pero Rubio tenía que terminar de repasar, a él no le importaba estar sentado en una esquina mientras los demás empapaban sus sentidos mirando a la pizarra, tenía música y algo de hashish así que la soledad era buena compañera en esos momentos. No pensaba en nada, subía y bajaba el telón de su mirada al antojo de su indómito sueño, nadie puede escapar a esa especie de muerte lenta, y Rubio no era precisamente una excepción; demasiados años de carrera y muchas deudas que dejan viuda, son las deudas con la vida, demasiados años dándole la espalda han dado como resultado un pensamiento, y una sensación de malestar que llega bien adentro. Apartó los libros y se dirigió a la ventana, alzó esa vista cansada y vio como unas nubes azul china vestían a un Sol transexua, ahora mezclado de calor y frío. Volvió a girarse hacia el corazón del salón alumbrado por una luz de dios que provoca dolor detrás de los ojos si la miras. De pronto sonó el móvil, otra razón para seguir adelante. Tras varios pasos Rubio apretó el botón verde:
"Tío, soy Álvaro, necesito saber una preguntas acerca de Conffesions of an opium eater y the revolver in the corner cupboard...."
Rubio sonrió, sus ojos se apagaron y brillaron fluorescentes y emocionado por el tema le dio unas pautas que ni si quiera seguiría, al menos eran importantes para él, que se acercó a esos libros por la curiosidad del que comparte hábitos o le gustaría. Botón rojo apretado Rubio se sumió en una espiral de preguntas y con una muñeca dolorida comenzó a escibir en un rollo de papel higiénico cada una de ellas, esperando que el mundo le hiciera caso y no limpiara el culo con ellas, ya daba igual, la tintá se acabó y sonaba like spinning plates tan tristemente que el techo comenzó a llorar
"ellos verán goteras, es el crimen perfecto..."
el agua era azul, como el cielo de aquella tarde, y la tinta se extendió besando toda la celulosa para no dejarle celosa. Todo fue en vano, como la propia vida de los difuntos futuros.
Todos contentos.
Llamaron al telefonillo, pero ya era demasiado tarde. La verdad es que en el fondo les daba igual que estuviera vivo o muerto.