jueves, 30 de diciembre de 2010

Cemento frío

Ni un email ni una llamada, el cielo amenaza y ahí fuera, en un infierno de asfalto nevado, los coches se quejan con sonido de eunuco, o de cuco. No existe mejor día para pasar inadvertido, hundido entre las sábanas donde tan sólo escalan ecos de furia por la fachada de mi casa, clavando sus garras en el ladrillo se cuelan por una esquina rota de la ventana por la que salía el humo del tabaco en verano. Pero llegan débiles, tan débiles como mis ganas de asomar un pie que haga de periscopio. Ya no distingo entre el techo y la palma de mi mano, ambos mapas conducen al mismo callejón sin salida, sin ti y sin mí. Sin titubeos, sin miramientos, sin un email ni una llamada.
Tan vacío como los vasos de madrugada.

domingo, 26 de diciembre de 2010

Te buscaré

Todos somos demasiado pequeños para aceptar lo que la vida nos ofrece. La capacidad de asimilación de Jorge no está reñida con su ilusión. Ojiplático devora el mundo que le rodea, palpa, saborea y llora cuando aprende a no hacer.
Jorge no es como yo (dosis de egocentrismo que para eso soy el titular y esclavo fantasma de mis palabras). Jorge tiene los pulmones rosados y no conoce el dolor, Jorge es feliz y tiene los potitos de pollo, verduras y frutas cayendo del avión hacia su calva boca. Nada que ver con los tortazos que se dan en África o en Palestina por una bolsa de alimentos. Jorge no sufre y su cuna es un arcoiris de plástico que reproduce el sonido del entretenimiento pasivo que unos padres no pueden mejorar.
Jorge no es como yo.
Jorge tiene paseos en clase business y yo voy metido en una maleta que nadie recoge, o que se olvidan recoger.
Yo estoy borracho y he acabado solo, pero no es algo especial. Acabo así cada noche folle o no folle. Y ella es la única que me entiende, y todavía ni siquiera la conozco del todo. Ella está esperándome tumbada desnuda en la cama, viendo la televisión o duchándose de madrugada para no caer dormida. Siempre que me duermo ella se va.
Pero me cuesta tanto...

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Nueva vida

El día rozaba la oscuridad del invierno finlandés. Eric estaba sentado fumando un cigarro en un cuarto que hacía de espejo al día, parecía una película de esas en blanco y negro en las que el tiempo gotea lentamente sin llegar a agonizar y en las que el humo del tabaco es otra cortina más de la casa. Eric fumaba sin prisa con los ojos clavados en la diana de la mirilla mientras un iceberg se hundía en un whiskey que rozaba la soledad. Esperaba una carta, o quizá algo más, pero su fachada no revelaba ninguna pista acerca de lo que podría o no ser. Perfecto jugador de poker de no ser porque estaba en la quiebra. Una casa en alquiler de 40 metros cuadrados a las afueras de Londres no era precisamente la respuesta que él esperaba de la vida. Fred, su casero, miraba al sucio techo del pasillo y espiraba lenta y concienzudamente antes de llamar a su puerta cada fin de mes. Últimamente se volvía con excusas que reproducía a su mujer encorvado y con las palmas hacia arriba como pidiendo el dinero que no le daba su inquilino.
Llamaron a la puerta.
-¿Es ud el señor Banungham?
-Sí.
-Aquí tiene. ¿Me haría el favor de firmar aquí?
-Por supuesto.
Firmó sin apenas mirar dónde y elegantemente abofeteó la cara del cartero con la brisa de la puerta. Con paso firme se dirigió a la mesa sembrada de colillas y apartó un vaso amarillo ahogado. Con brío abrió la carta y leyó con ojos de aguja.
El seguro de vida de su mujer le daba 200 mil libras esterlinas.
Realmente fue un trágico accidente. Ella apenas sabía nadar y él necesitaba el dinero.
Rápidamente llenó un vaso de whiskey y encendió otro cigarrillo.

martes, 21 de diciembre de 2010

Ahora me acuerdo de que se me olvidó algo

Se me olvidó escribir subiendo de camino a casa. Se me olvidó dónde vivía bajo la espesa lluvia de metralla.
Se me olvidó.
Se me olvidó pagar al camarero. Se me olvidó la cartera no sé dónde y se me olvidó subirme la bragueta.
Se me olvidó.
Se me olvidó decirte que te odio con una o tan grande como un 0. Se me olvidó mear y limpiar mi asquerosa boca.
Se me olvidó.
Se me olvidó ser como soy y como he sido. Se me olvidó cambiar y cambiarme de adjetivo.
Se me olvidó escuchar el agua, la alcantarilla y su garganta. Olvidé pararme en aquel portal, sentarme y escuchar al mar hablar. Se me olvidaron tantas cosas que...

jueves, 16 de diciembre de 2010

Volviendo a casa

Lo bueno de volver a casa solo es que el camino te da tiempo para pensar. -4º a las 4:10, 4,10€ el paquete de camel y 4€ los que me quedan en el bolsillo (siempre al borde del aprobado). Bonita manera de comenzar la semana. Nada más que pensar...
La noche vivió tranquila, bebimos hasta empezar a ver la vida sin veda ni venda. Ojos abiertos como pulmones y corazones en contracción por la acción de. Sin reacción seguimos la pauta que apuntaba en dirección a. Mañana no existía hasta hoy, hasta ahora. Qué importa ahora cuando vivía en un pasado que ha arrasado hasta dejar la tierra plana y baldía.
Lo bueno de volver a casa solo es...

martes, 14 de diciembre de 2010

El cincuenta por ciento es siempre más o menos

-Qué débil es el ser humano.- Pensaba mientras veía cómo se iba disolviendo en el retrete aquel trozo de papel empapado de sangre que procedía de mi nariz.
Es increíble cómo un gesto apenas perceptible es capaz de estrangular como la mejor de las cuerdas de un piano. Tocar sin tocar, herir a metros, kilómetros de distancia. Es el fantasma que hunde sus uñas donde uno no se llega, cuando el frío congela la llama y la convierte en daga o flecha acusadora, dependiendo siempre de la distancia.
Las raíces rojas crecían en el agua a medida que desaparecían mientras mi nariz tragaba con la mayor de las fuerzas la sangre que no había conseguido salir de allí en un intento de regar el cerebro, buscando el colocón perfecto. Fue un acto inconscientemente vital, como respirar. Recuperar la sangre exiliada era imposible pero no empapar mis tejidos con los glóbulos oxigenados que la curiosidad hizo goteras en mi fosa.
Todo vale en el gran juego*, mantener el equilibrio entre fuerza y debilidad era lo único que deseaba. No quería tener más poder del que mi cuerpo me limitaba, es más, anhelaba ese equilibrio. ¿Alguna vez has buscado emborracharte sin pasarte buscando ese estado ebriamente controlable? Algo así busqué, ser lo suficientemente fuerte pero también lo suficientemente débil. Lo quise todo y ahora sólo tengo unas gotas de sangre menos.


*Rudyard Kipling, Kim.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Paseando por blogs

¿Desaparece nuestra ética cuando nos sacan las muelas del juicio?
Fumamos por aburrimiento, bebemos por diversión y por falta de coraje, por echar el ancla en un escote y gritar "¡Al abordaje!". Trabajamos esperando el cierre y esperamos que nos abran la puerta cuando no trabajamos. Vivimos por nosotros mismos, por él o por ella y cuando estamos solos nos faltan razones para sonreír. Nos quitan el amor propio que hemos dado y nos dejan desnudos, acobardados y tan sólo podemos escribir cuán roto está nuestro corazón. ¿Para expresarnos? No. Escribimos para que los demás vean lo jodidos que estamos, para buscar aceptación, en definitiva, para ser conscientes que damos pena.
La intensidad de la palabra no se mide en trozos de cristal ni gotas que salpican una almohada.
"Una rosa es una rosa es una rosa es una rosa ..."
Eso mismo es una técnica literaria. La repetición que conlleva a la erosión del significado. La misma erosión que llevamos viendo muchos años en canciones, y actualmente en blogs de chicos y chicas que están, o bien enamoradísimos y hacen una foto de un corazón en un vaso de starbucks, o bien les han dejado y sus líneas son tan repetitivas que las propias palabras carecen de sentido. Busquen sinónimos, antónimos o bien invéntense palabras nuevas. Pero no violen a las letras.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Mañana

No te prometí amor eterno, pero te embadurnaste con tus mejores galas, con tus mejores ganas para verme al día siguiente. Entonces me viste besando a aquel chico, sacaste un cigarro del paquete y lo encendiste, a pesar de haberte fumado uno hace nada.
Luego me viste pero no quisiste hablar conmigo, yo estaba hablando con otro chico. Aún así te acercaste como si no estuviera a tu lado y te dije hola. Comenzamos una conversación que no nos llevaría a ninguna parte y partiste de nuevo con tus amigos. Yo ni me di cuenta y seguí mi guerra.
No te prometí amor eterno, ni cielo ni infierno, ni sexo ni cuernos, ni apuntes en cuadernos...
Ni siquiera sé ni mañana podremos vernos.

viernes, 10 de diciembre de 2010

Puro teatro

Cuando la puerta abrió aquella llave llovió tanto no vi tu presencia. Bebí tanto que tonto terminé tirando el triste trago en trampolín por mi garganta. Mi cama es vieja, todas sus arrugas son parte de mi escasa presencia de silencio entre muelles y bambalinas.
Puro teatro.
No sé si es niebla o humo, perfume corrupto quizás o palabras entre gente diferente del mismo bar. Mi ropa siempre en la silla, nunca para lavar. Por eso mañana oleré a ayer y ayer olía a lo que tú pensabas antes de ayer.


miércoles, 1 de diciembre de 2010

29-11-10

Van y vienen, se desplazan, suben y bajan, taxi, metro o autobús, besos y maletas, adioses y hasta luegos otro frío lunes.
Un hombre consume su cigarro en la entrada de la estación de autobuses. Advierto por su fachada cierto aire de ultramar. Gorro azul marino, gafas, barba de viejo lobo de mar que dejaba entrever un cuello orgullosamente descubierto cuando noviembre empieza a dar sus últimos coletazos. Apura su humo y desaparece casi sin darme cuenta.
Dentro de la estación la gente duerme. La cafetería llena de medias miradas que atraviesan sin querer cafés, aperitivos, mesas o incluso el suelo. Nadie habla y me siento culpable del contagio anímico de todos los presentes. Me refugio en los lavabos tranquilamente. Su luz es cálida y contrarresta con un suelo líquido y oscuro que se la traga a cada paso. Como en un concurso televisivo compruebo cuál de las puertas azules tendrá el mejor premio, pero no espero y entro en la primera que se encuentra entreabierta (de todas maneras nunca hubiera ganado). Cierro la puerta y mis ojos se hacen oídos. Si en la estación nadie hablaba, los servicios deben de ser lo más parecido a un santuario, o a un cementerio, en medio de la silenciosa marea que apunta a todas direcciones. Hay teléfonos en la puerta y paredes con nombres de hombre rogando amor furtivo. Me bajo los pantalones y me veo en el suelo. Siempre he pensado que un cuarto así sería el perfecto escenario en el que un yonqui terminara con su vida. Allí terminé con parte de la mía, abrí la puerta y me fui sin mirar a nadie.
Era (es) un lunes gris, de esos lunes que pasan desapercibidos, un lunes que llena el baúl de todos esos lunes sin salida, lunes sin solución tangible.
Lunes que se van y vienen, se desplazan, suben y bajan...

Divagaciones inconexas

Le dije a mi carnicero que hiciera de tripas corazón.
Y se hizo cirujano.