jueves, 9 de septiembre de 2010

Lunes

Desnuda tu cuerpo me anuda y deja sin respiración los minutos del corazón, órgano sin importancia en una noche frenética de sábanas de vecino.

Se hace de día pero ninguno de los dos dormía.

La ropa está en el suelo y las llaves de tu casa intentan abrir mis pantalones. La persiana preserva y la luz de la vida del nuevo día acaba inerte empotrándose con la persiana, escudo de un placer de madrugada. Veo cómo te viste la sábana blanca desde el marco de la puerta y pienso en volver a mezclar el alcohol con el refresco y hacerme otra copa de sexo, quién sabe si el sudor dará origen a otra flor fuera del tiesto. Frío, calor y sudor que emigra de cuerpo a cuerpo mareado sin saber dónde caer muerto, no existe el reposo y la sístole y diástole distraen al compás que hace eses tan perfectas y sedantes como la cara b de tu cadera. Finalmente caímos fusilados con el último empujón de una bala perdida y resucitamos al día siguiente, sabedores del amargo sabor de levantarse con un desconocido.

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