viernes, 31 de mayo de 2013

Transparencia ante todo

Pégame un tiro y desgárrame el cuello.
Pinta tus encías con mi sangre que yo me bañaré en tus labios.
Sabes de sobra que soy presa fácil para una pantera tan ágil.
Vamos, aprieta el gatillo y muerde bien fuerte.
He venido desprotegido, lo contrario hubiera sido un suicidio.
¡Vamos! 
Inyecta tus dedos en mis entrañas y dime qué ves antes de que se enfríen.

¿Te gusta?
Es amor 


visceral.

miércoles, 29 de mayo de 2013

Te veo

Escribía para adularla,
escribía para poder llegar a ella.
Escribía en sus costillas, 
allí también tocó el piano.

Escribía para expulsar la bilis,
para cerrar los ojos y hacer las paces con el sueño.

Escribía para todo menos para soñar, 
porque soñaba cuando escribía.

domingo, 26 de mayo de 2013

Trozos de puzle

¿Quién me arrancó la vida del pecho?
¿Quién me dividió entre arena de playa?
Somos el tiempo que nos queda,
el agua que todavía nos moja,
las gotas de sudor compartidas. 
Somos los mapas quemados, 
la hoja a punto de desprenderse,
la chispa que lanza la desesperanza con la trayectoria de un misil impotente, que no fecunda la tierra, un misil de plástico que nunca acabó por quemar del todo el dormitorio.

Queríamos ser los mil pedazos del segundero sembrados por el salón. Queríamos ser la vida que ahora hace autoestop hacia el sur en una carretera nacional. Queríamos ser la capital y nos hemos quedado en el exilio. 

Y yo, 
pidiendo auxilio.

jueves, 16 de mayo de 2013

miércoles, 15 de mayo de 2013

Quince de Mayo, la distancia

Él abre los ojos de madrugada, 4:44. 1, 2 segundos después todo vuelve. Como las olas, suaves y fuertes. 
Antes se desvelaba de madrugada en alguna ocasión, miraba el despertador-radio que su padre compró en Canarias cuando había una gran diferencia de precios entre península e islas, cerraba los ojos y los párpados caían por su propio peso, el peso de los sueños. El tiempo que restaba era siempre poco hasta que gritara la alarma como todas las mañanas. Era siempre poco tiempo. Y siempre se levantaba con sueño de piel cosida durante horas.
Desde hace unos días el desvelo no ha cesado, se ha repetido cada noche. Como acostumbra, mira el despertador-radio que se llevó a su apartamento, cierra los ojos y los párpados caen por su propio peso, por el peso del derrumbe. Pero no consigue dormir, y menos soñar. El pecho toca la puerta con nudillos incesantes.
Ahora el tiempo es lento, parece que no avanza, se propulsa, despega y se aleja como la distancia que impide ver, tocar, sentir. Se pierde en la cama. Y cuando consigue evadirse no se da cuenta, no tiene recuerdos del momento de inconsciencia. El único momento del día en el que está en paz. No recuerda la paz, como si viviera en continua guerra consigo mismo. La sangre sigue caliente.
Ahora se levanta con la luz de un día madrugador de un Mayo extraño y gris. No tiene sueño. Ha llovido durante toda la noche, fuera y dentro de la habitación, de la pequeña vivienda. Agarra la cafetera y bebe negro caliente salpicado. Para desayunar tabaco. Intenta comprobar las constantes vitales de la distancia. Inexistentes.
Una manzana lavada y un viejo cuchillo doblado de sierra descansan sobre un plato, del mismo color que una nube cargada, que descansa sobre una mesa negra, como una nube nocturna y enfadada, que descansa sobre un suelo que había sido compartido por un par de pares de pies hace no mucho tiempo. Muerde la manzana, se coloca el estetoscopio y comprueba de nuevo las constantes lo más cerca que puede desde la distancia. De la única manera que puede. Un pequeño latido desvela signos de movimiento allá a lo lejos a las 9:11.
Solo bebe café solo. Fuma y cercena la manzana acorazonada que poco a poco se va oxidando. Suena la alarma. Demasiado tarde amiga, hoy él también te ha ganado el momento de sorpresa.
En el fondo de esa manzana acorazonada sabe que ella está bien, acorazada. Y sonríe, pero su boca no se ve porque la tapa con un sello para España que vuela encerrado a oscuras hasta su buzón. Sabe que el tiempo de una carta es tan solo un kilómetro de separación interpersonal, y que tiene que escribir muchas cartas para llegar allí. Pero también sabe que no las tiene que mandar por ahora, que el tiempo sólo tiene sentido a medida que transcurre, por eso es tiempo, y que ya se verá.
Él sabe que ella está bien, lo sabe. Y sonríe encerrado en cartas que todavía no ha mandado y que quiere guardar hasta que el tiempo le abra su buzón. Esté donde esté. Porque este tipo de cartas nunca se pierden.
Mientras, se levantará antes que el tiempo lo despierte. Escribirá cartas sin dirección y fumará para perderse en la niebla de un microcosmos de ventanas cerradas.
Desea hacerlo porque cree en el tiempo y sabe que, a pesar de que a veces se torna en olvido, si la intención es pura, también puede cambiar a algo mejor de lo que era antes de que llegara el insomnio.

martes, 14 de mayo de 2013

16

Tenemos tanto que aprender de esos enanos. Hoy he visto en las noticias cómo un renacuajo separaba a dos adultos que discutían en un campo de fútbol. 
¿Por qué crecemos?
Creo que crecemos para querer, amar. 
Abandonamos el feto envueltos en cuidado y amor. Durante años somos objeto de caricias, preocupaciones y mimos. Nos lo dan todo a cambio de nada. Nos dan la vida porque sí, por amor.
Creo que crecemos para devolver todo ese amor que nos ha gestado, del que hemos nacido. Crecemos para devolverlo masivamente, a familiares, amigos, animales, recuerdos... 
No sería justo quedarse con todo ese amor, es más, creo que no es sano albergar tanto amor, nos hincharía y explotaríamos repartiendo injustamente todo ese esfuerzo que tanto ha costado, bueno no, rectifico, dar amor no cuesta, no debe costar. Si supone un esfuerzo pierde la maravillosa característica del amor, que es el amor en sí. Dejaría de ser amor para ser una mezcla un poco densa, extraña, de color marrón y con perlitas irregulares sólidas negruzcas en suspensión, como el aceite usado de un filete grasiento.
Tenemos, debemos dar amor a discreción, sin límites, con locura y comprensión, amor infantil, amor de gusanitos, amor de Roma, amor de pensión y amor de piso compartido.
Y, sobre todo, amor a quien amamos de verdad.

Cendres

Solamente quiero despertar cuando el fuego que nos quemaba sean cenizas frías.
Y dormir sin saber ni sentir que existo.
Sin saber que existes.
Donde no hay frío ni calor, 
tampoco extremos.
Esos extremos que nos convirtieron en algo más que humanos durante la vida que una chispa iluminó dos cuerpos en un cuarto a oscuras.
Y que ya no están.
Solamente quiero despertar cuando el fuego que nos quemaba sean cenizas frías.
Entonces y sólo entonces, 
podré descansar.

domingo, 12 de mayo de 2013

De mudanza

Su figura, desgarbada. El atardecer casi no dibujaba su sombra. Con las manos en los bolsillos, fiel recuerdo a la tristeza, ligeramente encorvado y ojos cristalinos, extremadamente limpios. La parte blanca de los globos era una hoja de papel virgen, un cielo inexistente, un plato con hambre, los dientes de África.
Era la figura de un estómago cerrado, de un corazón estropeado, marchitado, quebrado, agujereado, un corazón llorón y mocoso. Como el hombre que cultiva todos los músculos menos uno.
Era la figura del nudo en la garganta, de la boca seca, de la misma tecla de máquina de escribir golpeando una y otra vez la cabeza. Una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez y así vienen las lágrimas, y el estómago cerrado y los ojos aguados y la tierra seca y el tiempo que se hace más lento y el agujero del corazón que se duplica y agujerea también el estómago.
Era la figura de unas constantes vitales de metro, de ataúd, de madrugada de domingo. 
Y llegaba la noche, siempre llega. Mucho antes cuando uno no lo quiere... No hacían falta motivos para cagarse de miedo. Con los ojos cristalinos cabizbajos, el estómago cerrado y el corazón... el corazón de vacaciones. 

jueves, 9 de mayo de 2013

Sueños y pesadillas

Estamos hechos de sueños. Y pesadillas.
De pegatinas de manzanas y mandarinas.
Estamos hechos de recuerdos que queremos olvidar y no podemos.
De recuerdos que queremos mantener calientes y se acaban. Enfriando.
De chicles con azúcar y de regalos de ratones.

Lo siento querida, pero ya no somos lo que éramos. Hemos abandonado el ligero caparazón de la inocencia para dejar paso a esta dura costra que no se va a caer nunca. 
¿Dónde está el brillante papel que envolvía las sorpresas?
¿Dónde esos ojos como platos?
¿Dónde están los abrazos cuando rompíamos a llorar?

Lo ha devorado todo el tiempo y su experiencia.
Las arrugas, los grilletes, los billetes...


Yo no quiero ser mariposa. Yo quiero ser babosa asquerosa.

domingo, 5 de mayo de 2013

En clave de S

Su recuerdo capilar en forma de clave de sol sonaba en casi todas las partes de la casa en las que depositaba su mirada; lisa, directa y puntiaguda como una batuta que sabe que le falta un instrumento, el más importante. 
Por más que miraba a sus cabellos perdidos no encontraba sonido alguno. Buscaba al compás desequilibrado de un bombeo provocado por la ansiedad. Pero seguía sin sonar la música que tanto recordaba. Creyó haber perdido el sentido que todo lo originó. Creyó haberse quedado sordo.
Fue un gran director de orquesta. Fue el mejor porque ella lo pensó y se lo dijo. Pero el poder que dirige la música no es nada si se pierde la música. Si se pierden las notas. Sus notas.
Perdió aquel instrumento de viento y ahora sólo le quedan los suspiros.