La cama se empapa del grano bullendo y la pituitaria se ensancha de gusto colombiano. Alguien está cocinando amor caliente a cinco metros. Cocaína negra.
La luz despierta los sentidos y los pulmones vuelan hacia la ventana. Un cuerpo que sujeta unas bragas pálidas permanece inválido, de espaldas tobogán donde una lengua áspera jugó a ser crío de nuevo. Su látigo negro adivina los pocos lunares que se atrevieron a posar sobre su superficie extraplanetaria.
Ella es lunar.
Se folla al café.
Por eso hierve.