lunes, 24 de septiembre de 2012

Lo siento

Se me olvidó contar cuentos, ahora los niños y las niñas se van a la cama con los ojos más abiertos que nunca, con sed y ganas de ir al baño. Allí, en el trayecto de sus cuartos a la cocina o al cuarto de baño esperan poder encontrarse con cristales de carmín rotos, colillas amarillas encendidas todavía, restos de amor con forma de látex. Esperan encontrarme sentado en una esquina apurando mi última línea, quieren el fin de un cuento que no han escuchado. 
Mañana querrán otro.
Y mi hígado no puede más. Los domingos quieren que vaya a misa de 12 para repetir de la copa dorada, me invitan a cañas empezada la semana. Las niñas y los niños no quieren arrobas cuando les nombro, quieren ser individuales y protagonistas, quieren ver a sus amigos bajos luces de neón y quieren sexo, miradas y labios que se estiran entre perlas de piano.
Quieren ir a la cama y dormir al instante, extasiados después de correrse. Quieren olvidar la mentira y probar esa versión beta del Soma que están repartiendo en ese Nuevo Mundo Valiente.
Lo quieren tanto como yo, pero creo que ya no puedo dárselo.