jueves, 28 de noviembre de 2013

Ezra Pound Machado

Somos todos.
Concierto ruidoso de viento metálico que agoniza entre empujones, bolsos, pisos de pisadas, miradas que se pierden, tren de trenes, vagones que tiritan y penetran en largas vaginas, negras y sucias. Vagones que eyaculan precoces cientos de intenciones, esperma abrigado preparado para salir y besar. Quieren ser cigoto único entre un público lúcido. Todavía es pronto para salirnos del carril, para pasarnos de parada.
Aún es siempre todavía.

Todos esos pétalos en una rama húmeda y negra
no dejan lugar al aire,



a nadie.

martes, 12 de noviembre de 2013

Never mind

Me gusta cuando abres los ojos por primera vez, débiles. Cuando la luz no ha llenado todavía el día, cuando no sabes dónde estás ni con quién. Cuando me buscas, me ves y no me encuentras y sigues buscando. Yo te miro, tú colocas un punto y aparte entre los hierros doblados de gente en el metro hasta el párrafo siguiente.
Siempre se me pasa el arroz, pero no sabes que mi comida favorita es pasar hambre. Never mind.
No importa siempre que estés. Porque estás.
En las luces de colores, afuera liando un cigarrillo, pasando frío, en la larga puerta del servicio de chicas, en la música de fin de semana y en la espera de los días de diario. En el cepillo de dientes que barre nicotina y alcohol, alzheimer de ayer. En la mirada que se pierde, siempre se pierde entre el confeti de desechos que ha dejado la cabalgata de basureros. Y yo te encuentro entre la mierda más brillante, en las latas dobladas de cerveza verde y roja, en las botellas que hacen guardia vacías y borrachas. Te encuentro en la pausa milimétrica entre dos pares de labios, fuentes a punto de disparar sangre que engatillo casi arañando tu cintura. 
Y nunca acaba. Nunca se acaba esta lava que me funde a tu recuerdo de un mañana mejor, imposible y diferente. Un mañana de extraños extranjeros en mi cama, en tu cama, un mañana que no quiero que llegue si te tengo ahora, ebrio y sincero, rata ebria que juega entre la basura de un barrio que copula a la perfección con cualquier canción. Banda sonora de Malasaña.

lunes, 4 de noviembre de 2013

Por favor, sin vergüenza

Desnudar la sensibilidad tampoco es mala idea.
Los besos apasionados entre hombres en la boca del metro, mujeres más altas y más hombres que muchos por querer ser mujer y conseguir meta tan difícil como la de la verdad. La fuerza de voluntad de los mismos borrachos abiertos como una farmacia de guardia los trescientos sesenta y cinco días del año, con la lata en mano sin molestar a nadie. Pueden drogarse y mear en mi calle las veces que quieran.
No está tan mal.
Después de asistir a los grandes banquetes protagonizados por naciones abanderadas de la libertad y degustar desde mi niñez la cruda violencia que me arrancó la sensibilidad que hoy debería permanecer aquí dentro. Y no está.
Es una pena que tengamos que pagar por caricias. Es una pena que lo poco ilimitado que podemos ofrecer lo escondamos en grandes bunkers que ninguna bomba puede destruir. 
Y nos las guardamos... Y se caducan... entonces es cuando mueren, las matamos. Y morimos un poco con ellas nosotros también.
Pero a pesar del frío, del frío viento y de la fría y oscura soledad que nos aparta de unos lugares y nos reúne en otros, a pesar de la lluvia, del miedo a morir y del miedo al mar, a no saber nadar, a caminar sobre el agua, a perder la vertical sobre el sentido que lo apoya, a hacer el ridículo de una manera de entre las millones de maneras que existen (os lo aseguro) y superan al ser serio que un día se rió...
Y que no volvió a ser el mismo.
Y, a pesar de todo ello, voy a disparar.

Millones de caricias.