sábado, 26 de julio de 2008

Ella

Iluminaba los recovecos de mi persona, mataba con su gimnástica lengua los insectos que me acechaban y me hacía vivir cada línea de los cuentos que susurraba en mis oídos. Me dormía con ella en las mismas nubes que nos duchaban después de habernos levantado en este mes tan tórrido, buscaba socorro en sus brazos que parecían lazos sobre mi cuerpo y compartíamos sin parar aire de pulmón a pulmón mientras el dióxido de carbono jugaba con nosotros y nos colocaba en la cama, empotrados en la cocina, en la tapa del váter y dondequiera que demostrásemos nuestro amor, ninguna esquina de esa casa quedó virgen.

lunes, 14 de julio de 2008

Cama para uno [part XV]

"¿Tan difícil hubiese sido decirle que las historias de amor como la que él contaba siempre terminan bien?"

Él era un tipo con un gran pronto y se dio cuenta tarde de que no hizo bien, podría haber permanecido allí sentado callado iluminando pobremente con sus arrugados ojos su rostro, en silencio, porque aquella podría haber sido la última vez, quién sabe. Sin pensar paró el ascensor antes de llegar a su piso, respiró y pulsó el bajo. Esta vez el espejo sí devolvía una imagen y lo tomó como una señal. Salió a la calle y se clavó en el suelo, ahora sentía algo por sus venas...era frío, el frío que provoca el miedo, con ella nunca lo había sentido, quizás ahora (la) empezaría a entender.
Fue directo al café con cierta prisa pero sin correr, sudaba bastante y las lágrimas que caían al suelo de su cabeza y cuello se evaporaban al tacto con en el infernal asfalto. Entró en el café y sus ojos apuntaron a una mesa ocupada por una pareja que se besaba en la mesa donde durante los últimos meses casi frecuentemente se habían dejado congelar dos cafés con leche, uno con azúcar y otro casi sin mientras un cuento flotaba entre los dos. Ahora esos vasos de café estaban en la metálica horizontal que sujetaba elegantemente aquel camarero vestido en blanco y negro.
Llenos de. Solos.
Se acercó a la barra y dejó tres euros allí, se dio la vuelta y se marchó. El camarero le preguntó por qué dejó el dinero allí a lo que él contesto abriendo la puerta entre el humo del tabaco de un pitillo recién encendido
"la próxima vez que vuelva no hará falta pagar, además...debo un café"

Salió a la calle y se dio un paseo que le hiciera encontrar el alivio. Mientras caminaba exhalando humo a su paso como un antiguo tren en la noche pateaba piedras que encontraba a su paso sin pensar que sería el camino que le hiciera llegar a la equis del mapa*, al rato se dio cuenta de que llevaba tiempo pateando piedras, demasiadas piedras en Madrid dispuestas casi en una línea recta perfecta. "Algún crío" pensó y siguió andando hipnotizado golpeando las piedras sin pensar dónde le llevaría.
Se acabaron las piedras, levantó la cabeza y se topó con su portal, su recorrido acabó donde una vez comenzó algo. Se sentó allí y encendió otro cigarrillo con el fin de que el humo en señal de paz subiera hasta su balcón...de pronto sonó ese zumbido metálico que ofrecía entrar a nuestro amigo dentro de la casa. Nadie preguntó desde el telefonillo y él entró sin dudar sabiendo que había mutuo acuerdo. Subió por las escaleras, el piso estaba lejos y cuando llegó casi sin aliento se encontró con su puerta entre abierta...



*qué mejor tesoro que tú.




domingo, 13 de julio de 2008

Cama para uno [part XIII]

Se levantó y sin mediar palabra se marchó. Cogió el metro, línea 6, la circular se sentó y cabizbajo dejó que el vagón avanzase durante un par de horas que no fueron suficientes para impedir ni calmar un pensamiento unidireccional. Solitario volvió ya de noche a su casa girando asustado la cabeza cada vez que el viento se mofaba de él moviendo alguna bolsa abandonada en el suelo, casi podía escuchar el eco de la cópula entre viento y plástico, ahí estaba el aire que le faltaba. Mientras su mirada, incapaz de levantar vuelo, recorría el mapa asfáltico de alguna calle de Madrid sin prestar atención al resto de luces blancas, verdes y rojas que adornaban un árbol de navidad hundido en la neblina tóxica de los coches. Giró el ojo del portal y el calor del edificio le reportó algo de tranquilidad que se esfumó en un claustrofóbico ascensor color verde metálico cuyo espejo no devolvía imagen alguna.
En realidad ella tenía razón, y tenía muchas dudas sobre él. Tenía dudas, no sabía o ignoraba. Y tenía razón, tenía razón porque cuando alguien ama o quiere se entrega sin duda alguna, y ella tenía dudas. Estaba enamorada de un personaje de cartón, como ella dijo, y se dio cuenta de que su creador no era como su personaje, él era un tipo normal y su personaje era cuidadoso en las palabras, dedicado a cada célula de su cuerpo por la que había un verso, físicamente era una persona común, no demasiado atractivo pero lo suficientemente común como para pasar desapercibido entre la multitud y que había convertido con su palabra un personaje perfecto para ella, un personaje que no podía escapar del mundo cuadriculado pintado a base de mina de carbono para poder abrazar a aquella morena mujer, como en la distancia que nos separa.
Él la quería y ella tenía dudas, entonces entendió que las palabras chocan en un límite invisible que no podemos evitar y que aparece cuando uno menos se lo espera para separar, lo que no sabía era si ese límite estaba impuesto por alguna regla universal o natural o por nosotros mismos, los que nos hacemos llamar seres humanos.

Se levantó y sin mediar palabra se marchó, pero solamente se fue para que ella no le viera llorar.

jueves, 3 de julio de 2008

Soñando despierto a punto de irme a la cama (2:26)

Las uñas limadas y la mirada fija, sabes que odio levantarme habiendo dormido cuatro horas un sábado por la mañana y encontrar una desnuda cama anoréxica vestida con recuerdos de una felicidad absoluta, abrazado a un sueño castaño guiado por unos ojos claros que se hacen fluorescentes cuando no encuentro mi sitio en ti saboreo lo que fueron pocas horas atrás sentado delante de la cama, y pienso que entre ambos no hay puntos ni comas, sólo mis lunares y el hambre que no sacian nuestras bocas...
No puedo dejar de volver a las páginas en las que fuimos felices flexibles fibras de un material no inventado sobre un colchón erosionado donde crecen árboles con los restos olvidados de nuestra piel gracias al fruto del sudor desenfrenado.
No puedo dejar de inventarte y solamente quiero que vuelvas para que veas que soy un mortal más que fabrica un pedestal para una humana más, dos pedazos de nada que acompañan a un cero ciego a la izquierda. ¿Quieres?
Seguiré soñando un poco más, porque ahí sí eres mía y yo soy tuyo, allí...
¿Sabes?Todo ésto es irreal, pero me satisface la idea de saber que cuando sea posible será mucho mejor e indescriptible.