miércoles, 29 de febrero de 2012

Sol y castillos en ruinas

Ayer me emborraché y hoy, de nuevo, la música de los vecinos volvió a despertarme pronto, sobre las 11:30. Un tímido sol me transportó a la pasada primavera, con sus flores abiertas de piernas y chicas ligeras de ropa que daban la bienvenida a la hija del estío. 
Cogí el coche y me fui al trabajo, todavía quedaba parte del escupitajo en la puerta del copiloto de la noche anterior. Dentro se estaba caliente, a gusto, aislado en paz del resto, entre un paréntesis de metal y cristal, autista en el seno materno. Los semáforos me daban la oportunidad de observar. Había una pareja de jóvenes que se estaba despidiendo, él la besaba y ella se metía en un taxi aparcado a mi lado, el semáforo tardaba en ponerse verde y me miré en el retrovisor, no quería quitarme las gafas de sol, sabía de sobra lo que había detrás de ellas.
Ya en la carretera, he aquí el leitmotiv que me ha empujado a escribir, tuve que aminorar la velocidad y dejar de concentrarme en la carretera para girar mi cuello y mirar al cielo, algo así como lo que hago cuando el buen tiempo invita a esas chicas y mujeres a mostrar al astro rey centímetros de su cuerpo que nunca me enseñarían, sonaba Just a Little Heat de The Black Keys. Arriba, no muy lejos, las nubes quitaban protagonismo al sol salvo una pequeña parcela donde ocurrió el "milagro". Vi cómo espadas verticales y perfectamente paralelas penetraban en la tierra, la majestuosidad de la imagen de aquellos haces de luz era indescriptible. Yo seguí mi camino viendo cómo progresivamente desaparecían a medida que me alejaba. 
Tan sólo soy un hombre, me dije. 
El sol se fue y dio paso a más nubes de algodón mientras pensaba: Qué fácil es derribar un castillo de naipes...

miércoles, 22 de febrero de 2012

Ti, el Mundo, migo.

Aquí, en la oscuridad norteuropea hay una señal que dicta "Donde la distancia es el olvido". 
Donde la distancia es el olvido está fuera de todo alcance, se rige por una medida universal llamada lejos. Tan lejos como de España a Suecia, como una llamada sin contestar, una carta de amor que no se vuelve a leer o tan lejos como dos mesas de una cafetería. Donde la distancia es el olvido es una especie de agujero negro que nunca se riega, siempre está oscuro y sediento, y yo lloro y sin querer lo alimento.
Desde mi aquí, que es tu allí, pienso honestamente que la distancia es el olvido, pero también creo que es casi imposible olvidar completamente, quizá en el débil intento de ver algo de luz tras esa puerta que siempre intenta enterrar el olvido.
Aquí no hay kilómetros, ni millas, solamente existe la distancia medida en lejos, donde la mirada se alza hacia la profundidad del firmamento, lee en braille y se queda si saber cómo termina el cuento.
Yo no puedo luchar con la distancia, pero sí con el olvido, aquí, tu allí, donde hay una señal que me separa de, divide entre y acaba con.

domingo, 12 de febrero de 2012

Coge la puerta y vámonos

Hace frío en casa pero no importa, 
es viernes de venus, 
la luna escala por la ventana y me da la hora, 
el tiempo que demora me devora y corrobora que se pasa algo,
algo se pasa sentado en esta casa sola 
y solo huelo amapolas que baten sus alas, hacen olas. 
Abro los pulmones, crecen flores sin sol,
sólo con humo y alcohol, y así llegan los palos,
flores grises pero flores al fin y al cabo,
por cada lágrima un pétalo,
por cada cien pétalos un ramo,
y así tengo un jardín que es mi desierto envenenado,
he entrenado para ser el mejor soldado desertado.
Ya no mato palomas,
amo más de lo que debería
y no bebo más de lo que,
porque ¿por qué?


jueves, 2 de febrero de 2012

Huida hacia la vida

Hoy he sentido la necesidad de correr. Correr para huir de lo que repelo y me repele, huir para acercarme a lo que me atrae, huir para escapar de lo que me hace mal, huir para encontrarme con lo que simplemente me gusta. 
Últimamente necesito alejarme de muchas cosas y sentirme unido a otras, pero cuando huyo para ganar distancia a unos y perderla con otros siempre aparece un inconveniente, una piedra o una zancadilla que surge como la raíz de ese árbol que sale a curiosear a la superficie, lo que me empuja a pensar que el resultado de esta ecuación mental es que las cosas no están colocadas en un lugar por su naturaleza, que no se repelen las buenas de las malas y, por lo tanto, que no existe una dirección posible.
Otdo stáe zemlcaod.
Entonces, ¿por qué corro?
Huyo en sudor para llegarte, hacerte real y que desaparezcas, como el gesto de seda de un ilusionista que terminará con el cardio roto. Y así transcurre esta carrera, paseo, trayecto y/o viaje que algunos nos empeñamos en correr cuando hay que caminar, volar en vez de arrastrarse, pisar cuando hemos de acariciar y confundirnos cuando ni siquiera hay solución.