martes, 29 de octubre de 2013

Gélidos

Te enamoraste del escritor y te decepcionó el que escribía. Dos personas diferentes en el exilio permanente. Como agua y aceite. Sin posibilidad de disolverse, de disolvernos en saliva de regaliz deshuesado. 
El escritor es Jagger sobre el escenario. El que escribe es un viejo yonki que te mira el culo cuando no miras, y cuando miras también. Es el poeta Morrison, borracho que te llama de madrugada con hálito de sexo. Es el esbelto Robert Plant y el genuino Hendrix, penes de exposición de Cinthia Plaster Caster.
Yo tengo un poco de aquellos cuatro, seguramente lo peor sin llegar a sus excesos meteóricos. Como resultado soy un soñador más. Un viejo verde mentiroso. 
Me creí capaz de transformar el mundo, mi mundo, nuestro mundo desde una celda de este gran panel que comienza a congelarse.
El frío nos ha tocado y nos hemos convertido en preciosos muñecos de nieve exiliados por una guerra que nunca comenzó. 
Uno     
                             en cada
polo.

Ahora no existimos por intentar rozarnos, por intentar rozarte. Ahora somos parte de un aparte olvidado.
No importa, este Viernes de Venus saldré a emborracharme como siempre he hecho, saldré a ser el que escribe porque el escritor siempre duerme...

Hasta que lo despiertas.

jueves, 24 de octubre de 2013

Right handed

Entra por la derecha y sale por la izquierda explotando en sangre. La bala matutina. Push the trigger. Nuevo error, zancadilla, hache que debió permanecer muda. Gritó Munch y se salió de la pared para abofetearme. El suspense que precede al suspenso. La mirada perdida que otorga la pérdida. El café frío y el cigarro ardiendo, humo atado que se retuerce como un regaliz rojo y negro.
¿Dónde estás? 
Ahora no. 
Ahora nunca.

miércoles, 16 de octubre de 2013

No sé pasear

No sé pasear. Y cuando lo intento parezco pelotudo. 
Siempre me ha empujado la urgencia, la urgencia por llegar, aunque llegue con tiempo de sobra para gastar. 
Aquí estoy. Aprendiendo a pasear. Las cuestas me ayudan a ralentizar el dibujo de mis pasos, baile de babor a estribor, sin que nadie se percate, porque todos son nadie aquí y nadie puede ser todo en una, encerradas en nadie. En nada. Quizá esa chica que no me ha mirado o que miró cuando no miraba. 
Cada tramo de calle se divide como el color de la piel de una serpiente potencialmente venenosa que repta entre una oscuridad absoluta, casi olvido, y la luz de las farolas que lanzan un color que mi retina no había tocado todavía. El color de la yema de huevo de granja que vende aquel pollero con pinta de sucio carnicero en la pollería de la corredera baja de san pablo. Esa yema virgen que acaba de ver su final en una sartén bañada en aceite hirviendo. Es un color pacífico, que llama a la confianza. Un color potente que todavía bombea vida.
Aún no sé pasear.
Creo que paseo cuando estoy ebrio, como el borracho Oliveira en el club de la serpiente. Pero siempre tengo prisa por llegar. Llegar a dormir, vomitar o follar. 

Bambileando deloraba con mi lengua su fultera. Ella ni siquiera deraba, sólo tensía el ansia por tarregar nuestros fultros. Yo vadaba los ojos en el tirema y ella gadaba el trensilo en una cruda noche gultana.

Los bares tienen nombres maravillosos que incitan a entrar; María Bonita, Louie Louie, Toma Café, Lola Loba... 
No sé pasear pero sus estrechas calles me ayudan, me invitan a perderme, mirar, entrar, preguntar y hablar. Pero así uno no aprende a pasear.
Aún así no me pierdo, corriendo apresurado a casa para no olvidarme de su perfume a orín, travestis, comida rápida y glóbulos rojos con una dirección marcada.

domingo, 13 de octubre de 2013

Termonuclear

Tus deditos de los pies son gusanitos, se retuercen lentamente mientras me miran tus dactilares, círculo vicioso, vórtice de grilletes en cadena perpetua, me preguntan quién soy, identidad perdida en el tobogán de tu espalda. 
Nunca dejamos de jugar como imberbes, borramos de nuestros deberes el mañana, 
los relojes que despiertan, 
las líneas rectas, 
la
corr
ectas,
las faltas de ortografía, 
los cepillos de dientes, 
la ropa doblada y
los blindados besos obligados. 
Comenzamos a llorar por heridas sin importancia de patio de recreo y a olvidar la capacidad de sufrir por lo verdaderamente importante. Nos sumergimos lentamente en un útero compartido y nos emborrachamos a base de copas amnióticas. Nos hicimos nucleares y devastamos la cara de la tierra, eliminamos a todo ser viviente, o quizás nos convertimos en seres invisibles al resto, o quizás nos dejaron de ver.

O quizás nunca existimos.

lunes, 7 de octubre de 2013

Sólo pájaros

Hace calor y la gente se refugia en sus hogares. Solamente los cobardes pájaros muestran su curiosidad hiperactiva en este parque cercano al centro de la ciudad.
Un hombre de pelo abierto y camisa canosa combate con su pasividad el afán indomable de los pájaros. Lo acompaña toda su vida encerrada en dos bolsas marrones. Quizá sólo tenga eso. Quizá no necesite más. Coca-cola, i-phone, un coche nuevo, amor de revista y una casa con vistas.
Son los desheredados de nuestra generación del consumo. Los que han tenido la suerte de ser olvidados, de pasar desapercibidos. Los violinistas callejeros, los nómadas, los que no tienen cuentas bancarias y se dedican a contar los pájaros a golpe de calada en los bancos de este complejo residencial de alto standing, apto sólo para los ignorados. Rodeados siempre de pájaros. 
Tan solos.
Algunos se acercan a la gente, hablan con ellos, cualquier temática es buena para colorear una tarde maravillosa, una tarde más. Tabaco, porros, impuestos, se quejan sin malicia entre insultos sucios. Poco los diferencia de los trajes que se ahogan con un nudo windsor allá arriba, entre escaños sordos con un futuro seguro y firme, como el cemento en el que estamos plantados casi todos nosotros.
Sólo quieren hablar, sólo quieren ser escuchados porque un día dejaron de serlo. Por eso algunos se refugian en las venas con tráfico azul y sangre. 
Al final, siempre se quedan sin gasolina.
A Antonio le han regalado un puro seco, le ha hecho mucha ilusión a pesar de estar casi roto. Dice que es "fósil de tabaco" y enseña una sonrisa indolente. Antonio es sinónimo de paz porque no padece. Decidió agarrarse a la vida esnifando pegamento. 
Antonio simplemente está. Que es algo que todos queremos. Continuar.
Después explica el motivo de su hilaridad. Y es que le gusta echar el humo. Yo no lo miro, mi baja y empapada mirada sólo llega a ver cómo las espinillas de Desi, un compañero de Antonio que acaba de llegar, se van muriendo poco a poco entre avispas heroinómanas. Desi sólo escucha, probablemente sus oídos estén taponados por la sal de un océano blanco, en calma.
Es una residencia exclusiva, los cuatro metros que les rodean les pertenecen, vayan donde vayan ese territorio es suyo, como si una fuerza de repulsión invitara al resto de no-desheredados hacia su hogar dulce hogar. 
Como una especie de peste a la que me estoy acostumbrando.