martes, 24 de septiembre de 2013

2:15

La razón está ahí, tan cerca que no se puede ver con claridad, tan próxima que nos deja estrábicos, a veces ciegos, emborrona nuestra percepción cuando creemos ver esplendorosas actrices porno donde sólo hay mujeres inyectadas en Botox. Y sin embargo, está ahí. Sigue permanentemente impertérrita a los temblores de tierra que intenté provocar sin querer. 
La realidad es la madre de la ficción, los dioses (y las diosas) han nacido de la mente de un cura, un borracho, un desequilibrado, un artista o un maldito grano de arena que es lo que somos, los ciudadanos de a pie, los mayores visionarios por porcentaje. No existe la realidad en singular. Si la mente dice una cosa y el cardio otra, si una mano te besa en el envés de la tuya y la otra te palpa debajo de la falda curiosa, si un ojo ve cuando el otro te guiña...
Y yo sigo esperando una realidad pareja fuera de mí, ¿mi otra media naranja? ¿mi alma gemela? Las realidades son mucho más complejas que una fruta desnuda que paulatinamente va perdiendo sus cualidades, o que un alma que no se deja radiografiar. Mucho más difíciles que lo que se define como amor o ganas de follar.
La musas están haciendo la calle en la Montera, sus sonrisas a comisión son más sinceras que la de la camarera que te pide la tarjeta de crédito esperando a que le des propina.
Las musas son azules, o verdes, son preciosas y precisas, aseadas y deseadas. Pero no son de este mundo, ni del tuyo ni del mío.
La musa fuiste tú ayer, las realidades son nuestras hoy. Diferentes. Son silenciosas y se cuelan tras la piel de canela, tras los poros que te respiran, detrás de la larga espera que nos convierte en reales por fin, y por tanto imperfectos.
Y volverás si tú quieres, si nos deja la distancia del desconocimiento, si cogemos el mismo vuelo o si nos cruzamos en la misma esquina que hoy frecuentan las mujeres de verdad, las que duermen de día, las heroínas de un amor pasajero.
Hoy nos hemos desnudado, cara a cara, sin apenas descifrar las runas de unas pupilas que tocaban canciones a diferentes revoluciones, tan tranquilas que estrangulaban el tiempo y la distancia entre ambos. Dulce nudo que sabe a primer regalo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Creo que nunca te leí tan Sabina, a medio camino entre el "de repente, su dedo en mi espalda dibujó un corazón
y mi mano le correspondió debajo de su falda" y la Magdalena "que, hasta el hijo de un Dios, una vez que la vio, se fue con ella".
Quizás sea Madrid...
MIL

Sara Pérez dijo...

Y qué te digo yo ahora, si tú ya lo has dicho todo. No me puedo quedar con un único párrafo... Ahora recuerdo por qué echaba de menos pasarme por aquí.