domingo, 15 de septiembre de 2013

Lunares y estrellas exiliadas

La lluvia no se llevaba su recuerdo.
Tampoco la lejía. Ni siquiera el ácido.
Opté entonces por convivir con él, sin saber dónde se encontraba realmente, si en las autopistas neuronales o en la cíclica sangre. Realmente no fue una opción, fue una imposición involuntaria. Un lunar, no la luna, que aparece siempre bajo calendario. Los lunares no se van, se pueden tapar, eliminar con láser, arrancar, pero siempre te van a dejar una señal, una cicatriz. 

Un recuerdo con el que tengo que convivir.

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