jueves, 26 de noviembre de 2009

Llueve afuera

Llueve afuera, limpia con su marea los restos humanos, los arrincona en portales, como la escoba y el polvo esquinado. Son tan importantes los tejados que el peso de la importancia que les damos siempre se nos viene encima y nos amasa.
Es entonces cuando nos mojamos.
Llueve afuera y tengo la mirada sedada de un asesino a sueldo que sesga trozos de su vigésima octava víctima para meterlos en bolsas de plástico negras. Tengo un coche blanco y sucio y un maletero lleno de agua del cielo que lanzo a la calle cuando quiero quedarme solo fuera de casa.
Llueve afuera y miro sin piedad, como el león que no puede esperar a pagar y que desgarra lentamente los tendones carmín de su carro de la compra.
¿Dónde se quedaron nuestros gestos?
En el iva del ticket de compra.

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