domingo, 25 de octubre de 2009

Las letras que me guían

Los escritores son unos mentirosos, y yo, personalmente, antes escribía sin apenas comas y ahora dibujo lunares en la celulosa con la que intento copular, además de eso, generalizo y meto todo en la bolsa que recibe el aire hipertenso del viajero de avión. Los escritores son unos mentirosos, y quieren más en el papel que en la realidad, desean (deseamos) querer tanto que el jarrón se nos rompe entre las manos.
Prometí el oro y el moro, y al final Ceuta y Melilla se independizaron y me quedé con la plata, eso sí, de ley.
Mientras apuro el cigarrillo y la copa de whisky pienso en blanco y miro atrabesando las paredes, dejando mi adn en la cal donde dejo mis uñas en el infantil intento de dormir en las nubes de un cuarto mudo alejado del manso mundo de este hemisferio en madrugada.
Los escritores no piensan que mañana será otro día, pero mañana lo será. Será un domingo claro y gris que ha ganado una hora más, una hora más en los vasos, en la cama, en el bar, en sus labios y en su cama o en sus bragas. Una hora más que no valdrá nada y que no nos hará retroceder para enmendar los fallos o recordar aquel momento. Habrá que salir e intentar repetirlo.
Los escritores no repetimos, solamente recordamos los pasos del corazón con cada persona. Mentimos irrepetiblemente gracias a los que alimentan nuestras pupilas con gestos, miradas o besos, incluso (sobretodo) con bofetadas.
No dejes que me pudra y golpéame con todas tus fuerzas.

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