martes, 6 de octubre de 2009

El sueño de las nubes

Cuando no dolían los pulmones y las células no estaban quebradas. Cuando un cigarro sabía a tabaco y no a humo. Cuando jueves, viernes y sábado eran fiesta, cuando había piedras en los bolsillos y no en los riñones, papel de liar arrugado y pizzas insípidas de apenas un euro. Cuando no nos importaba ejercer la violencia verbal y física en pasillos, bares o calles a diestro y siniestro. Cuando rompíamos puertas a patadas porque limitaban nuestra libertad.
Porque respirar no costaba nada en medio de la pista de un bar de ruido cuando sólo pensábamos en acostarnos con todas. Cuando una cintura era un poema y una copa su tinta impresa. Porque nos importaba todo lo referente a nada, cuando todos brindábamos por nada y compartíamos el cristal, las colillas y los punteos de guitarra. Cuando lo teníamos todo sin ser nadie. Cuando vivía de alquiler en un búnker al lado de un búrguer, desde las 9 de la mañana hasta las nueve de la noche nadando entre el polvo de las flores de opio. Cuando la semilla de la inspiración nacía a mi antojo y se podría cuando ya no merecía la pena por ser el dictador de mis sentimientos.
Por el próximo fin de semana, por no tener nada que decir, por las bragas y los amigos detrás de la barra, por las heridas provocadas y por desprendernos tan naturalmente de las consecuencias de toda acción cuando nada nos dolía, ni siquiera nuestro propio dolor cuando el fuego se extinguía y encendíamos otro para darnos calor. Cuando una manta era un abrazo de dulce algodón.
Cuando faltaban tantas esquinas por descubrir en Salamanca...

1 comentario:

Anónimo dijo...

a pesar de la melancolía de la memoria (y le robo el término a Albert Vidal) y de las trizas que respiran tus letras, a pesar de que esto no es Nunca Jamás y nunca jamás pretendió serlo, a pesar de que siempre se brinde por el futuro y no por el pasado, a pesar de los recuerdos y hasta de los no-recuerdos, yo sigo echando mano de la memoria, de la filosofía de Peter Pan, de los brindis por nada, que son los mejores, de las heridas de guerra y me permito, como antes, decirte una verdad tan grande como este texto, tan grande como la mano que guía los ceros y los unos: seguro que aún faltan muchas esquinas que descubrir en Salamanca y hasta en Comala...

MIL