viernes, 10 de julio de 2009

Por escribir

Volvía de aquel bar que encontramos vacío. Alguien debió haber regado porque de repente crecieron un par de botellines de su barra, los dos cigarros en nuestras bocas surgieron sin más, con una premeditación que apareció por sorpresa.
Un fantasma me observaba desde el segundo piso que hacía esquina en aquella calle en cuesta. El bar comenzó a llenarse como los pulmones que surgen del océano tras una incursión sin ánimo de procrear. Allí no crecen flores, sólo las sirenas ven el plancton que adorna sus orejas.
Y nos fuimos con nuestro sexo. Dejamos a la gente con sus litros, sus risas y conversaciones.
Mañana será otro día. Me replico día tras día.

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