sábado, 1 de noviembre de 2014

Los planetas destruidos

Es extraño. 
Un buen día tengo una pesadilla en el parque de atracciones y pienso que no será peor, que el dolor es mi motor para poder continuar. Herida sobre herida hasta construir un rascacielos que desgarre las nubes y colapse los aviones, que reviente la luna para que no me enseñe más tu cara. Sangre seca, recuerdos que todavía palpitan porque arranco la costra una y otra vez.

Y te veo.

Aquí dentro, bañada en rojo entre tejidos óseos devorándome la piel. Dolor para aplacar dolor. Golpe sobre golpe, agrandando más aún el agujero, con el dedo en la llaga, el mismo que recorría tus pupilas vuelta y vuelta en la pista de baile hasta caer exhaustos sin control sobre una cama de espinas. Indeleble.

El dolor es mi motor.

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