lunes, 10 de noviembre de 2014

Te pienso

A fuego lento terminé quemándome, puse distancia y morí de frío, me acerqué demasiado y no pude apreciar la pintura.

Las miradas se perdían, se olvidaban tan rápido como las espaldas se veían la cara. Ella va agarrada a un chico, hablan, nos cruzamos y también nuestras miradas. Fin.

La mirada se pierde entre las calles, busca la luz para calentar lo que queda de sangre estival, mudar de piel, deshacerse de las pesadas maletas con ropa que nunca me puse. 

La mirada liviana es el pozo del alma donde está todo lo que hemos ido filtrando hasta ahora, todo lo que ha conseguido escapar de las garras imantadas de la comprensión, la carroña irracional que nos debilita, irónicamente la misma que nos hace más humanos, más fuertes, más amantes en esta especie de guerra de tuertos y desdentados donde ya solamente nos queda jugarnos el cordis,
una vez más.

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