lunes, 29 de septiembre de 2014

Volver

Vuelve el café solo, el otoño se ha adelantado y la luz cada vez pierde más vida. Es la traslación hacia la oscuridad, fiel compañera que ahora entra sin llamar y va comiendo centímetros a la habitación, como una enfermedad que llega poco a poco, baldosa a baldosa.

Vuelve el humo de boquilla amarilla, vuelve a deshoras. Vuelve la música de hipotensión, los desmayos, el bolígrafo, la pluma y las teclas. La taza nunca está vacía y los troncos talados llenos de alquitrán. Dientes y pulmones son noche.

No quiero encender la resistencia de esta luz de mentira, no habrá fiesta de cumpleaños ni velas que me digan dónde está mi taza ni mi cenicero. Quiero palpar los filamentos de tus músculos a ciegas (verdadera luz) mientras duermes y quizá sueñas. ¿Tú también vuelas?

Vuelven las serpientes a joder la fiesta del papel en blanco, cinco por mano que multiplico en un accidente sobre tu piel, chocando una y otra vez contra tus caderas, costillas, cuello y cabello hasta fundirnos en una masa extraña de huesos, sudor y entrañas, como tus platos de spaghetti, aplastado en tu máquina de besar.

Vuelve la oscuridad día tras día en un solo adiós. Vuelve el exilio voluntario, el hambre, el parásito fantasma y los ojos vidriosos, inexpresivos que todavía iluminan una habitación cada vez más...


Y el café frío.

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