sábado, 18 de abril de 2009

Perdona, ¿Tienes hora?

¡Corazón bombea!
Que yo te vea.
Caudal que riega mis venas,
siembra vientos vestidos de piedra,
congela mi angustia en tela de seda y trágatela.

Esta noche las calles se visten de vino tinto, el color del vatio dibuja sombras a solas que no se consuelan y yo, perdido entre la penumbra te escribo desde la asfaltada doble continua cambiando de acera superado por un llanto interior que se rasga y desespera. Existe el crepúsculo perfecto entre aquel tacón lejano y la madrugadora escoba del barrendero.

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