lunes, 23 de julio de 2007

Verde vida

¡Qué verde es la vida aquí!
Todo un tropel de brazos que emergen de la tierra codifican las miradas que penetran en el huerto. Cadenas humanas desfilan hacia el fondo amarillo amurallado donde el sol impone sus últimos y verticales suspiros ante la perenne presencia de los que hace un rato han dejado de respirar oxígeno y les observan dormitando tendidas en la sombra.
Es inmensamente verde, pisadas verdes, silbidos verdes que viajan en viento verde, el reflejo de la mirada que responde verde como el parpadeo de los ojos y las uñas que mueren fruto de la verde impaciencia.
Turistas parece que viajan inmóviles en una cinta gris transportadora entre el laberinto que guarda plantas de todo tipo en su interior, como si cada una de ellas fuese un órgano vital para el resto, pero ni una mirada aterriza, la curiosidad de veinte segundos pasa por un pozo y se posa siempre en el cada vez menos amarillo muro.
Miradas, que van más allá surcando el cielo en busca de lo que no se puede encontrar, pasan con indiferencia su tacto por las piedras violetas ya, condenadas al dolor de un tatuaje cada día, el mismo tatuaje que desaparece todas las noches.
Son pocos los yonkis que vienen por aquí, la droga que administran las inyecciones de las espinas de las rosas no les coloca, aunque harían un precioso y preciso retrato mimetizándose con los árboles, largos y encorvados, marrones y grises, son iguales que los árboles.
También son pocas las parejas que aburridas tratan de dar color a su amor viniendo aquí, es irónico lo que este huerto representa, como es irónico que un romántico se tropiece con el amor aquí. Todos fuera de lugar, entrelazados por un laberinto verde desperdigados y perdidos en esta selva azul donde el final del techo se confunde armónicamente con el comienzo de la pared, invisibles. Ni una peca en el cielo.
Vinieron los niños con la banda sonora pidiendo la blanca ayuda materna entre un "ea, ea..." y clicks fotográficos titulados "mira a papá", "mira al muñeco" y "¡nena, nena!".
Me despertaron y me despedí con el frío en el costado del inmóvil que escribe.
¡Hasta la próxima!

No hay comentarios: