Me ronda la angustia que atornilla los segundos antes de un desmayo consciente y encontrar que finalmente no hay caída, eso es lo que más angustia da, cuando no sabes cuándo vas a caer, el beso envenenado del sol que no puede querer, sólo abrasar y arrasar a cada centímetro que se acerca, y la luna que abraza y embelesa a ícaro, que ya no se fía del color amarillo del verano y sus ojos están cerrados por una verdad que quema, y sale de su casa arropado por el pelo negro y la fragancia de menta que flota suave en los bares, tan sólo es lejía pero dejaré caerme por allí cada vez que sepa que estás y cuando pase por detrás te agarraré la cintura por unos instantes que derretirán mis huellas a cambio de un eclipse.
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