miércoles, 22 de julio de 2015

Alma atomizada

Me llevaste de la mano hacia la puerta de salida, era una fiesta aburrida. Saliva compartida. Roca en la bebida. Estiramos tanto la noche que se nos hizo de día. 
Confundidos entre la sabana de tus sábanas parecíamos dos cuerpos sin vida, mutilados, cosidos sin sentido, pero dos. Unidos por el pegamento de nuestras gotas de sudor, fruto del esfuerzo y del calor.
Mis ojos y tu espalda ataron los cabos sueltos que escribieron la última página de un recuerdo con nombre de mujer. Cristalizada en un recuerdo cada vez más débil y apagado. 
La musa inmóvil, atrapada en la cama de la araña, la devora cada mañana, justo antes de las pesadillas, y las vísceras vacías, y el plasma abandonado en la tierra baldía de un reloj que avanza hasta el último grano de arena.
Soy la noción del tiempo que me queda, fuimos lava encendida pero sólo yo ceniza, tú pizarra yo la tiza hecha trizas, pero aún puedo escribirte. Siempre podré. 
Y si te vuelvo a ver pintar un corazón de tiza en la pared...
Nunca más.
Alguna vez.
Siempre podré...