lunes, 22 de julio de 2013

Entrevista al escritor

Es casi mediodía, en la mesa de piedra blanca de un bar de una gran ciudad yacen dos cafés humeantes. Un gran ventanal tupido de lunares que pasan con prisa a un lado y otro les ilumina. Ella, cuaderno de notas en mano y bolígrafo en otra, le dispara preguntas con cierto interés. El interés desinteresado que puede tener o no tener un periodista según de qué tema se trate.

-¿De dónde sacas la inspiración? -Pregunta-.
Él la mira fijamente pensativo y responde.
-De lo que me atrae, de lo que me gusta. De la propia monotonía que maltratamos cada día de nuestra vida y la hacemos más monótona todavía. 
De la fuente que vemos al bajar la calle todas las mañanas de todos los días y que, como sabemos que está ahí dejamos de mirar sin saber que al no dar importancia a las cosas no tan importantes las estamos desangrando, eliminando lentamente y, lo que es peor, las estamos olvidando, que es el morir, no la mar. En el mar seguimos siendo nosotros, los que éramos reyes de la pecera ahora somos plancton en las encías de una ballena de entre miles de ellas. Pero ni somos olvido, ni mensaje diluido. 
Me atrae ese anciano mendigo de largas barbas que, medio arrodillado en la esquina de una tienda tan chic que solamente con vender 3 bolsos a la semana hace caja, da tanta pena que no tenemos los cojones suficientes como para mirarle a la cara y decirle "no". Simplemente lo ignoramos, cobardes de nosotros.
Me fascina la gente que rema en mi contra por la calle. Casi todos miran al móvil, hablan por él u ocultan su recta mirada con gafas oscuras. Son una gran masa de nadies buscando un refugio en el que sentirse parte del conjunto de la división global que se aglutina en cuatro paredes a las que llamamos apartamento, casa y en menor medida hogar. Pero yo no soy especial, yo hago lo mismo pero lo llamo de manera diferente.
-¿Cómo lo llamas? -pregunta ciertamente atónita la chica-.
-Calle, bar o noche -responde-.
-Y si todo es tan monótono... ¿Qué es lo que tú ves de diferente en una fuente, un mendigo o la gente con la que te cruzas por la calle?
-Veo cómo la gota cae en el resto de gotas y hace una figura líquida diferente al resto, como una cabriola, un salto mortal transparente. Una vez vi en uno de esos golpes de agua cómo aquella lágrima preñada de lagrimas se convirtió en una mujer de madera pintada con los brazos abiertos, como las mujeres talladas en las proas de los barcos. Fue tan sólo un instante, pero la vi. Si no, no me acordaría, ¿no?
No veo al mendigo que implora dinero para comer. Veo sus zapatillas de marca de 90€ y comienzo a cuestionarme su nómina diaria y su relación directamente proporcional a la pena que da. Veo al violinista de la Calle Mayor, me siento delante de él y me olvido de los que piden por pedir. Después me levanto y le doy lo que tengo en el monedero.
No veo a personas. Veo motores que mueven a personas, máquinas de carne, vísceras y huesos. Les miro a los ojos a todos y espero una respuesta que a veces no llega y que, cuando llega la esquivo. Miro a muchas mujeres, solamente a las que despiertan en mí ese interés priapista. Sus ojos son lo primero que me entra, sus cabellos, sus pechos, sus piernas y sus culos.
Por ejemplo, ahora me atraes tú. Si te has fijado, no he apartado la mirada de la tuya ni de tus labios cuando me hacías las preguntas. Siento curiosidad por tus ojos, tu tono de voz que se aparta ligeramente del resto de voces, tu pelo. Y me pregunto qué hace girar tus vinilos marrones y qué palabras se esconden en los surcos de tus iris. Me pregunto de qué color es tu alma y si tienes un hombro en el que apoyarte. He nacido con la curiosidad de un gato, pero sólo con una vida.
Me gusta que pienses y que tus lectores piensen que te estoy tirando los tejos, porque creo que es lo que estás pensando y creo que también ellos lo pensarán cuando te lean.
Y en definitiva eso es lo que busco cuando escribo, seducir al lector hacia una mentira, un cuento, una fantasía que nunca sabrán si estuvo fundamentada en una chispa real o fue simplemente invención de una mente inquieta.


Pidieron los cafés para nada.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ahh... gatos curiosos. Yo también habría dejado el café.