sábado, 23 de mayo de 2009

Sexo al fin y al cabo

Llegó el verano, fue un parto prematuro. Y los insectos voladores comenzaron a flirtear con la luz de las farolas. Pero era todavía Mayo, finales, y una tromba de agua abortó la cálida noche con su riego inoportuno atentando contra el volador amarillo en su intento de alcanzar la luz. Balas acuosas lloraban desde el cielo y él, hábil, las esquivaba con la suerte del enamorado por la utopía de cupido. Pero no dejaba de llover.
Al final tuvimos que salir de aquel piso-mirador y saborear la sal salada de allá arriba. Pisamos el suelo mojado y dejó de llover, aquel insecto ya no estaba, o sí. No me molesté en alzar mi ebria cabeza que ya volteaba por sí sola.
En toda la noche no volví a acordarme de aquel bicho, una noche en la que las manos nunca estuvieron vacías, vasos de litro, cigarros, cinturas o cuellos con forma de vasija y manos que los sujetaban para beber colmadas de ese licor caliente que llaman sangre, o sexo.
Y como toda cópula trae consigo, después del placer vino la avalancha de calma blanca, un último empujón y nos desinflamos con la última espiración. Todo un poema acerca de lo bonito de lo prometido y las ganas de seguir haciéndolo. Después de un descanso, claro.
Pero no hay descansos y el sexo no para...¡mentira!
Al final acabé solamente solo en silencio suspirando por un poco de sexo de segunda mano, sucio y sibilino pero siempre acompañado. Sexo al fin y al cabo...

2 comentarios:

Alfil dijo...

En mi casa hay una lagartija.
Y el sexo calma.


;))

van dijo...

hace tanto tiempo que no te reviento los textos a base de reinventarlo, hace tanto tiempo que no te dejo cien comentarios seguidos, hace tanto tiempo...