miércoles, 26 de noviembre de 2008

Café Birdland Jazz

El café estaba lleno, se podían escuchar casi todas las conversaciones flotando en un aroma que viajaba de mesa en mesa con el humo de los cigarros de hachís, blancos biombos que ocultaban la identidad de sus consumidores. Era un café cosmopolita donde resultaba sencillo advertir las diferentes respiraciones características de cada país y comunidad, la respiración de los argentinos era escasa porque daba mayor importancia a la palabra y por eso su inspiración era profunda y fuerte, la de los gallegos era misteriosa, uno no sabía si tomaban o expulsaban aire, la de los mejicanos era un tanto confusa, llena de anglicismos debido a su proximidad geográfica con el "gran país", la de éstos últimos era una respiración de gran volumen y ruidosa más bien parecida a los ronquidos patrióticos que hinchan tanto el pecho que le permiten ver a uno todas las condecoraciones, la de los extremeños es afrutada y viste dulcemente nombres y adjetivos con el infantil traje del diminutivo, la respiración de los salmantinos, los natales, dicen que es tosca y seca, demasiado alta y que tiene poco que ver con la vida.
Todos tomaban café y así mismo su sabor cambiaba en cada una de sus bocas, los enamorados extrañamente pedían un café para cada uno cuando en realidad saboreaban el del otro cuando se bebían la boca. El café del grupo de amigos sonaba a metal mareado y a dos sobres de azúcar por cabeza, sonaba a sonrisas y a caries sin importancia.
El café del solitario era el único que sabía a café, inalterado y con cautela elevaba la taza con pulgar e índice mientras descubría lentamente la nuca y sus labios creciendo hacia el borde.
Unos pagaban la compañía al precio de un café, y yo pagaba su café para tener su compañía, nunca supe si estaba solo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

sabes con qué respiración me quedo yo?

;)


MiL