viernes, 1 de abril de 2016

I love San Francisco

Apuntas silenciosa desde la distancia. Me guiñas un ojo antes de matarme. Como solías hacerlo cuando sabías que me llevarías a la cama. Parece que no estás y, sin saberlo, ya has colocado una bala en mi pecho. Quirúrgica, quién iba a pensar que los dedos que dibujaban borrascas en mi cuerpo se convertirían en el frío escalpelo que lo abriría en canal. Y ahora, ¿qué ves?
¿Puedes verme?
Lanzo llamaradas de napalm a cada paso que abandono y no son más que señales ciegas que dibujan un humo perezoso que se difumina en el olvido.
Tan pronto.
Tan tarde.
Y todo arde.
Cenizas.







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