miércoles, 16 de abril de 2014

En círculos

Se quedó ahí sentado, como sin vida, mirando al vacío, mirando hacia sí mismo, hacia su propio interior con la pasividad absoluta que otorga la heroína recién inyectada, la tranquilidad en la que todo pensamiento fluye a una velocidad inversamente proporcional al estado físico, el momento postcoital, justo después de haberte corrido. Ese es el momento en que el auténtico filósofo aparece, la mirada hacia el abismo interior, asoman los ojos, sólo los ojos, y ven lo que hay justo debajo de aquel filo. 
Entrañas, vísceras, laberintos... Nada.

Y el cuerpo comienza a generar líquido de nuevo, y las bolsas empiezan a llenarse, gota a gota. Y todo comienza a ser lo mismo.
Y vuelve el síndrome de abstinencia.

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