lunes, 4 de noviembre de 2013

Por favor, sin vergüenza

Desnudar la sensibilidad tampoco es mala idea.
Los besos apasionados entre hombres en la boca del metro, mujeres más altas y más hombres que muchos por querer ser mujer y conseguir meta tan difícil como la de la verdad. La fuerza de voluntad de los mismos borrachos abiertos como una farmacia de guardia los trescientos sesenta y cinco días del año, con la lata en mano sin molestar a nadie. Pueden drogarse y mear en mi calle las veces que quieran.
No está tan mal.
Después de asistir a los grandes banquetes protagonizados por naciones abanderadas de la libertad y degustar desde mi niñez la cruda violencia que me arrancó la sensibilidad que hoy debería permanecer aquí dentro. Y no está.
Es una pena que tengamos que pagar por caricias. Es una pena que lo poco ilimitado que podemos ofrecer lo escondamos en grandes bunkers que ninguna bomba puede destruir. 
Y nos las guardamos... Y se caducan... entonces es cuando mueren, las matamos. Y morimos un poco con ellas nosotros también.
Pero a pesar del frío, del frío viento y de la fría y oscura soledad que nos aparta de unos lugares y nos reúne en otros, a pesar de la lluvia, del miedo a morir y del miedo al mar, a no saber nadar, a caminar sobre el agua, a perder la vertical sobre el sentido que lo apoya, a hacer el ridículo de una manera de entre las millones de maneras que existen (os lo aseguro) y superan al ser serio que un día se rió...
Y que no volvió a ser el mismo.
Y, a pesar de todo ello, voy a disparar.

Millones de caricias.


4 comentarios:

Unknown dijo...

me identifico en parte con lo que escribes nacho, maravilloso tu blog, sigue escribiendo

Sara Pérez dijo...

Tú blog sin duda es un verdadero placer. Tus entradas, la vida que cobran las palabras a través de éstas :)

Ana dijo...

Suelen ser las caricias lo que nos desarma. Se agrieta la coraza y deja entrever la carne, desconfiada y trémula, pero en el fondo... sonríe agradecida.
Una delicia Nacho, sigue escribiendo.

gutiher dijo...

A mi parecer, tu sensibilidad no sólo se mantiene intacta allá adentro sino que, además, nos permites el lujo de palparla en cada una de tus palabras.