Entre el tumulto éramos dos bultos casi pegados con la mirada perdida en el vórtice del ombligo del otro, queriendo tan sólo escucharnos y hablar poco. Yo rastreaba con el índice el epicentro de tu vientre de aquel viernes veinte y tú, mansa te dejabas dibujando una sonrisa que tensaba la goma de mis calzoncillos.
Aquella era una gran plaza con vistas al muelle de tu cuello, donde mi lengua se anudó y escribió las notas musicales del mejor de tus suspiros. Hacía mucho frío y el vapor que salía de tu dulce de marfil hizo opaco el cielo mientras aullabas con los ojos cerrados y destruías el tiempo.
Aquella noche apenas cruzamos palabras…
- ¿Cuánto?
- Cincuenta cariño.
Fue un amor a primera visa.
4 comentarios:
Te salió cara...
Cuando los barcos no encuentran puerto, se quedan en cualquier muelle de poca monta a repostar
¡cada día es diferente!
Acaso hay otros amores que no sean los de primera vista?
me gustó mucho, un besazo
Publicar un comentario