domingo, 18 de abril de 2010

Se fueron al arrecife de la fe los abrazos vacíos sin sentido que quise dar a los desconocidos. Volví por el foro que atrás dejé y violé las normas que me ataban a una cadena consecutiva de coherencia sin fruto ni ciencia, sin sexo que alimente ni carroña que se deje querer.
Atrás lo dejé, la pena y la escoria, las venas cargadas de gloria que borbotan cadenas montañosas
de puños alzando la voz del escritor por vocación, por bocazas del tirón de bolso que no compensa
el chute en plena pradera limpia y verde, verde como las esperanza de tus ojos que vierten anhelo de un mañana mejor, pero imposible.

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