domingo, 10 de diciembre de 2006

Se comparte parte

Ebria la noche sentí el reconfortante y tétrico suspiro del silbido nocturno,
coronando la misma pecera se yergue una aspirina espongiforme que alumbra mis pasos
hacia la brillante deducción:
"me va a robar"; pensó el maniquí que iba delante de mí, peregrinando al hogar,
soy un tipo de percha, la etiqueta que me despacha tiene nombre escocés
y el aroma de aquella chavala todavía olía a nuevo; hedor de diseño.
"No tengas miedo niñita", no mires atrás de reojo yo también vuelvo solo.
Lejos de querer intimar asemejando a seriales,
me revienta los globos ignorantes las miradas oculares
que ponen la flecha directa en la manzana y siempre aciertan el precio.
Hoy quiero equivocarme, "matar a lo que amo" como Óscar,
y sentir por una vez más la inyección de vida en el torrente sanguíneo
que tanto añoro, pero no será hoy.
Mientras paso de largo al maniquí oigo un suspiro de tranquilidad,
y me doy cuenta que puedo intimidar y que todos vivimos con miedo,
que puedo sedar el tiempo y que el tiempo me seda,
que no sirve para nada un beso en una carta sin remitente,
que te odio, aún sin existir te odio por no estar en mi camino.
Abro la puerta que me abriga con calor casero
y entre mantas en blanco y negro agudizo la vista hacia el techo,
pienso en ti y te invento, no tienes cara ni cuerpo, no eres nada,
eres mi todo basado en nada, lo que me convierte en parte de nada.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

escribiste al final,eso quiere decir que la intimidad llegó. me gusta.

jesus gachez dijo...

Esa necesidad de olvidar tu yo en la carne extraña, es lo que el hombre llama noblemente necesidad de amar...o eso dijo Baudelaire.