miércoles, 27 de febrero de 2013

Ardillas y osos panda

La altura la marcaba la falta de oxígeno. Pero su mente navegaba mucho más alto, en aeroplano con un motor con tos. Cuando respiraba, lo hacía tan fuerte que sus glóbulos rojos le lanzaban hasta la atmósfera. Eran tan sólo cuestión de minutos que su jugada acabase en jaque mate. Entonces descendía en la confortable suspensión que el delicado tacto del opio ofrece hasta su sofá. Se hundía entre la espuma artificial y atravesaba con sus oídos la pared.
Una figura femenina se deslizaba por la casa adyacente con el sigilo de una serpiente y bajo un paraguas musical que le fue imposible descifrar.
Aquella noche no hubo sonido de muelles en aquella cumbre compartida de gatos nevados.
En ninguna de las dos casas.
Quizá mañana tenga un plato de su veneno en la puerta de casa. O dos paraguas que inviten a un paseo de guantes y bufandas.

Seguro que alguna vez se cruzaron en un sueño compartido. 
Mucho antes que en el portal de casa.

1 comentario:

conbotasrosasye_yé dijo...

asomate a la terraza que está tendiendo la ropa
una sonrisa que vuela