martes, 30 de octubre de 2012

Rabia encerrada

Ahorcaba gatos y se sentaba a esperar a que volvieran a la vida. Abría un paquete de tabaco y pacientemente fumaba. Exhalaba humo mezclado con vaho que ascendía como una caricia que sólo una mujer que sabe, sabe dar. Tocaba el cuerpo y permanecía unos segundos, como reconociendo qué era ese objeto con el que se había topado. El viento convirtió a aquel cadáver en un largo y lento péndulo que oscilaba como una canción de cuna, sin llanto ni queja, sin frío ni lágrimas. 
Pero no se movía.
Quizá alguien como él ya había ahorcado a ese gato seis veces antes.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Te follaba duro.

Jairo.