jueves, 17 de mayo de 2007

hache dos 0

Se respiraba un aire maltratado y decidió con desidia abrir los pulmones de la habitación un poco más, sus pupilas sin pilas yacían casi arropadas por la manta de piel que tiritaba en morse y los dedos intranquilos de sus manos intranquilas hilaban alterados una larga bufanda invisible que terminaría agonizando colgada de un recuerdo audaz pero fugaz, y por lo tanto polvoriento. Seguía sentado, sediento, su cabeza buceaba lenta, a un lado, y al otro escuchando cómo cada extremo de su mundo entonaba la misma nota. Pero todas las canciones acaban y las pulsaciones se vuelven perezosas y el cuello de plástico descubre nuevos ángulos en cuadros con relucientes sonrisas forzadas que se tornan grotescas cuando destiñen en agua salada.
Todo pasará y me hará saborear en alguna llanura el dulce polvo de un coche indiferente pero con retrovisores para ver a los que se quedan atrás, esperando a que alguien les lleve al siguiente desierto.

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