Adelanté a un sonido de tacón camino a casa, era un sonido armónico, imperfectamente deliciosa la madera intentando hacer fuego con el asfalto. La calle era recta, semi oscura con coches helados escoltando la margen izquierda y yo, tímido y enamorado de madrugada, con metros de ventaja dibujaba un te quiero en cada ventana para que ella al pasar lo leyera.
Era preciosa,
y analfabeta.
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