Le estaba viendo venir, venía de frente y me vio fumando. Me vio fumando y me iba a pedir un cigarrillo. Como el águila que ve su presa y ligeramente cambia de dirección a cierta distancia calculando los milímetros para la perfecta ejecución con la velocidad y precisión adecuadas. Me vio fumando y me iba a pedir un cigarrillo. Yo sabía lo que él quería y la maldita curiosidad hizo que mis ojos tímidamente le mirasen. Él ya llevaba desde el inicio de este relato apuntándome con ojos de perro de Pavlov enganchado a la nicotina y aquel fugaz cruce de miradas no hizo más que afianzar nuestro inmediato contacto verbal y mellar en mi seguridad. Me vio fumando y...
-Oye coleguita...¿No tendrás un cigarrillo por ahí? -escupió el cliché.
-Sí -dije. Y seguí caminando.
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