Ahorcaba gatos y se sentaba a esperar a que volvieran a la vida. Abría un paquete de tabaco y pacientemente fumaba. Exhalaba humo mezclado con vaho que ascendía como una caricia que sólo una mujer que sabe, sabe dar. Tocaba el cuerpo y permanecía unos segundos, como reconociendo qué era ese objeto con el que se había topado. El viento convirtió a aquel cadáver en un largo y lento péndulo que oscilaba como una canción de cuna, sin llanto ni queja, sin frío ni lágrimas.
Pero no se movía.
Quizá alguien como él ya había ahorcado a ese gato seis veces antes.
1 comentario:
Te follaba duro.
Jairo.
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