viernes, 24 de julio de 2009

Personalidad abrumadora

Se iba pero se quedó porque llegó una desconocida. Le saludó, y se sentó delante de él, provocando un sentimiento similar al que aparece cuando te dan un masaje. Sereno sentía cómo las invisibles huellas dactilares del placer recorrían pausadamente el espacio que rodeaban las costillas entre los pulmones y su espalda, haciendo eses desérticas que telegrafiaban sexo matutino. Ella, afanada en sus libros y él, él la desnudaba tirando del hilo que colgaba de su camiseta.

No hay comentarios: