Las manos colgaban de la cabecera de la cama, abotargadas por la inercia rebosaban sangre y los ojos, aún cerrados, lloraban conscientes de la pesadilla que comenzaba a digerirse a medida que se iba despertando, intentando descifrar un sueño que poco a poco iba erosionando la aguja del minutero, alzheimer que devora sin piedad los buenos y malos mientras los intentamos hacer nuestros, como atrapar el aire.
1 comentario:
Imposible. Inteligible. ¿las mías son mentiras también? Tu sabes más que yo!
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