Hay tantos barcos de vela a la deriva en estas venas, la ausencia del recuerdo es la cuerda en el cuello, áspera seca las cuerdas vocales y enmudece. Que nunca nos falte el recuerdo en esta anárquica habitación, que nunca dejemos de hacer el amor por no tener motivos, que follemos sin motivos. Mañana moriremos sin dejar legado alguno porque el olvido siempre gana, las personas siempre pasan y lo que queda es siempre nada.
martes, 30 de septiembre de 2008
Caos
Hay tantos barcos de vela a la deriva en estas venas, la ausencia del recuerdo es la cuerda en el cuello, áspera seca las cuerdas vocales y enmudece. Que nunca nos falte el recuerdo en esta anárquica habitación, que nunca dejemos de hacer el amor por no tener motivos, que follemos sin motivos. Mañana moriremos sin dejar legado alguno porque el olvido siempre gana, las personas siempre pasan y lo que queda es siempre nada.
domingo, 28 de septiembre de 2008
Me dejaste entrar
Qué fácil es dibujar en las nubes de tus labios con la yema de mis dedos, no hay falanges suficientes para disfrutarte, y tú estás llena de las huellas que me delatan, que se adelantan a mi intención de leerte en braille y se tatúan en ti, detrás de tus rodillas, allí se doblan los deseos hasta tu cuello, mazorca de carne que a veces desangraría porque me conviertes en animal irracional cuando bajas la persiana, cierras la puerta, te giras y me hablas con una mirada que lo dice todo.
martes, 23 de septiembre de 2008
Una de detectives
El detective Vic Calloway agitaba su café esperando que una respuesta surgiera del vaso o de las rojas bocas perfectamente decoradas de las mujeres que impasibles dirigían su lenta mirada por los recovecos de aquel salón manchado con un cadáver y su último aliento, Smith , en forma de pista mezclada con el humo del tabaco que les oteaba desde el techo para después lavarse las manos y huir por la ventana sin querer saber nada de aquel incidente, asesinato o como quieran llamarlo.
Ben Gallagher yacía en medio del salón, pasaba de largo la cincuentena el poderoso director del Central Bank que nadaba en su propia sangre en medio del salón y sentadas tomando café delante del banquero Mrs Gallagher y Miss Prize, la mujer, ya viuda, y amiga del cadáver respectivamente que parecía que estuviesen esperando a que el cadáver se levantase y gritase el nombre de su asesino.
Collins el criado apareció para retirar las tazas de café ya frías de la mesita, y si la mirada de las mujeres era lenta y de dos colores, la de Collins era casi imperceptible, la escondía bajo la humildad de una mirada baja siempre atenta a los objetos por recoger o limpiar, lo que suponía para el detective Calloway un gran impedimento ya que anteriormente todas sus preguntas habían tenido una respuesta perfecta como si se tratase de una canción de jazz en la que primero habla un instrumento y los demás le responden en plena armonía, pero sólo nuestro detective sabía que el jazz se basaba en la improvisación y sabía que desde las congeladas cuerdas vocales de aquellas mujeres de témpano solamente salían notas improvisadas una tras otra como si quisieran imitar a la jovencísima Ruth Lee Jones apodada ya Dina Washington que por entonces encandilaba a un público totalmente entregado a una mujer que deseaba estar una hora contigo esta noche*. Pero esta noche ya cerrada escondía unas manos que olían a pólvora, y por mucho que unos ojos guarden impasibles un secreto, no se ha de olvidar que el resto del cuerpo también habla y unas manos intranquilas que no dejan de fumar pueden revelar pequeños detalles que Vic apuntaba mentalmente.
Miss Prize era amiga de no hacía mucho tiempo de Mr. Gallagher y sabía de su cuantioso caudal y de su altanera reputación dentro del mundo de las finanzas, ella era una mujer de escasos treinta años, soltera con pocas amistades y un trabajo en el Mercado de la calle Hawthorn, en contadas ocasiones habían quedado para tomar un café y charlar amigablemente sobre los intereses, tantos por ciento, avales y nóminas, conceptos que escapaban al conocimiento de Miss Prize pero que no le importaban mucho si al menos disfrutaba de un tiempo de descanso fuera del estresante mercado, era una relación, si la podemos llamar de esa manera, recíproca, ella disfrutaba la compañía de un hombre interesante pese a su edad y él afianzaba una cliente más mientras pasaba un buen rato antes de volver a la rutina de la vida marital, los cafés siempre los pagaba él.
Mrs Gallagher era la típica mujer acomodada gracias al trabajo de su marido, joven para un banquero y bellísima, quizás radicaba cierta maldad en tanta belleza, pero no lo suficientemente bella para un hombre con tanto dinero, su única ocupación era mantener la casa limpia y hacer una comida que cuando mejor olía era cuando estaba cruda. Nunca quiso tener hijos con Mr Gallagher, consideraba tener hijos como una pesadez por no hablar del desgaste de una figura después de uno o varios partos, Mrs Gallagher dedicaba su tiempo a ella misma y a gastar el dinero que su marido ganaba fácilmente en ropa y pasatiempos. ¡Qué hubiera sido de Mrs Gallagher sino hubiera "pescado" a Mr Gallagher!
-"Miss Prize, ¿Le importaría enseñarme sus manos?", dijo el detective.
Miss Prize temblorosa extendió sus manos curtidas delante de la figura de Vic.
-"Es extraño...", meditó Vic, "...estas manos están manchadas con alguna sustancia negra, como si fuese aceite...¿Sabe de dónde ha podido salir Miss Prize?"
-"No, no lo sé...yo...no sé de dónde ha podido salir Mr Calloway"dijo extrañada Miss Prize.
-"¿Ha podido salir de un arma recién engrasada?", insinuó el detective.
-"¿¿¿¿Cómo???", exclamó sobresaltada Miss Prize, "Yo nunca he tocado un arma, me he dedicado toda mi vida a trabajar para construirme un futur..."
-"No me cuente su vida Miss Prize", interrumpió Vic, "Este arma que hemos encontrado en el jardín de su casa ha sido disparada hace escasas tres horas y rebosa aceite, al menos podría haber limpiado el arma después de haber disparado a este hombre..."
Horas después Miss Prize era conducida entre sollozos y gritos que aclamaban justicia a comisaría para leerle sus derechos.
Un muy buen plan, en realidad el silecioso y silenciado Collins fue el que, a órdenes de Vic Calloway, puso aceite de motor en la taza de café que sirvió a Miss Prize y solamente a Mrs Prize, el resto ya se lo imaginan todos ustedes.
Un muy buen motivo, el dinero de Mr Ben Gallagher, con su muerte su pobre viuda recibiría varios miles de dólares del seguro de vida de su marido más el dinero por la venta del Central Bank.
El amor, mejor motivo aún que unió a una mujer aburrida de su marido y obsesionada por el dinero con un detective de segunda que buscaba una rápida jubilación al lado de una bella mujer.
Collins hizo el mejor trabajo de su vida, colocar aceite en una pistola y tirarlo en el jardín de la casa, semejante artimañana le haría ganar el suficiente dinero como para sumirse en unas vacaciones permanentes rodeado de otros Collins.
Y como todo tiene un precio, Miss Prize tuvo que pagar un precio muy alto por encontrarse en el lugar menos adecuado, en el momento menos adecuado, en el Central Bank ingresando el poco dinero que ganaba en el Mercado de la calle Hawthorn mientras en el café de enfrente le observaban cautelosos Vic Calloway y Mrs Gallagher.
*Dina Washington, If I Could be with you one hour tonight (The Bessie Smith Songbook)
viernes, 12 de septiembre de 2008
Volver a empezar
Nunca es tarde si estás en la cama medio tapada, si te levantas de madrugada y ves por el pasillo migas de pan en forma de pantalón, camiseta y calcetines, date la vuelta y busca entre las sábanas, seguro que me encuentras, seguro que te encuentro porque no sabes que me hago el dormido para ciego escuchar como la vida se concentra en tus pasos desnudos y en la presión sobre el colchón de tu cuerpo liviano que casi me mece entre algodón y células, después hacemos el amor y dejamos de cuestionar si el fin del mundo está a la vuelta de la esquina.