A lo largo de la vida uno no deja de aprender, nunca. Aunque no quiera, aprenderá que ésto es un proceso constante hasta que nos apagamos. Mientras tanto...
Aprendemos que el amor son todas las palabras menos amor, que el corazón lo rigen una serie de impulsos eléctricos, que nunca terminan de cicatrizar del todo nuestras heridas, que la guerra no descansa. Aprendemos que recordar es vital para avanzar y también aprendemos a olvidar. Aprendemos que, lamentablemente, la inocencia no volverá, y que la experiencia nos viste de arrugas. Y también las sonrisas.
Aprendemos a no volver a hacer el daño que un día hicimos y a querer tanto como para que nos hagan daño otra vez. Aprendemos que el 14 de Febrero es el día que se quieren los que no se quieren el resto de año. Que una semana no son siete días cuando una cama está desierta, y que no existe distancia en un colchón para dos.
Aprendemos a transformar un corazón de león en diente, y nos confundimos con el aire. Aprendemos a aprender, engordamos una ilusión que al final es bulímica, sobre todo los que tenemos años y hemos reventado la pompa de la felicidad tantas veces.
Aprendemos lo difícil que es joder a la monotonía y que el dinero sí es importante. Aprendemos a comer delante de una televisión con cadáveres, violencia de género y sangre sin interrumpir nuestro apetito. Aprendemos a tragar con todo (más nos vale).
Yo sólo quiero que me quieras...